"- Yo soy una princesa, lo son todas las mujeres, aunque vivan en sucios y viejos desvanes, aunque se vistan con harapos, aunque no sean hermosas, listas o jóvenes. Todas somos princesas. Todas. ¿Nunca le ha dicho a usted eso su padre? ¿No se lo ha dicho?"

lunes, 7 de septiembre de 2009

Hoy les voy a contar la historia de una persona que no creía en Bariloche. Era escéptica y soberbia además de pesimista. Los días de su viaje se acercaban y la chispa de emoción no saltaba en ella. No quería involucrarse. No quería crearse expectativas. Necesitaba hacerse la idea de que probablemente no la pasara tan bien como todos decían, aunque cada uno lo había disfrutado a su manera. En realidad nadie te dice la verdad, porque la opinión es muy subjetiva.
Al final termina llegando el día anterior y está muy nerviosa, no sabe bien porqué. No tiene ganas de ir, no quiere hacer la valija, y además deja 238393 cosas para hacer.
En fin, deja todo en manos de las personas que la acompañan, y de que todo salga medianamente bien, en lo posible. Agarra su valija y deja esa habitación y esa cama que no va a ver hasta dentro de once días.
Nunca que imaginó que ese viaje de lo que esperaba algo normal y pasajero fuera tan especial.
Cada momento, cada circunstancia hace que no se olvide nunca más de ese viaje, ni de la gente que está con ella, a pesar de que probablemente ya no los vea nunca.
Y así todo cambia. A partir de ese momento y en adelante. Aunque odie los cambios es un buen momento y una excelente oportunidad.
Y ahora que se terminó llega y ve su pieza, su cama, la valija toda desarmada. Le causan llanto, no le importa nada. ¡Lo que cambiaría todo eso por una semana más!
Gracias por generar TODO eso.